miércoles, 17 de abril de 2024

El joven Daniel Noboa Azín , vendedor ambulante, cuenta su triste historia laboral


EGLN.- El Joven Daniel Roy Gilchrist Noboa Azin, vendedor ambulante, tiene una particular y triste historia laboral. Se sube en los autobuses todas las mañanas, que circundan a la Playa El Murciélago, y cuenta su historia. El joven de treinta y seis años, fue socio de las Bananera Bonita Banana, comandada por su padre Álvaro Noboa, pero lastimosamente su empresa quebró y fue demandada por adeudar al SRI por 90 millones de dólares hace más de diez años y por no pagar a sus trabajadores. Su padre se volvió loco y dejó a la deriva a su familia, incluyendo a su primogénito Daniel Noboa, a quien no dejó nada de su herencia, entre otras razones, por borracho y despilfarrador.

"Mi padre se hizo el Gil; sin embargo, no estoy aquí para hacerme el gil, como mis familiares. Yo debo salir adelante", confesó el joven Daniel Noboa. El joven cuenta, frente al asombro de todos los pasajeros del autobús, que cuando quebró la Bananera Bonita a sus veinte años y su padre se volvió loco, con el dinero que le restaba se dedicó a viajar por Sudamérica y Europa durante diez años, malgastando la plata en alcohol y farras. Cuando ya no tenía plata conoció el bazuco y la marihuana y no salió nunca más de Manta. 

"Ahora soy un drogadicto en rehabilitación, aunque a veces recaigo, mi so. Es duro salir de las drogas y tener un trabajo tan precario. Ya llevo cinco años adicto a las drogas", confiesa el joven Daniel, con una tristeza profunda. "Siento el hambre, la necesidad y la desesperación de la gente sin empleo, algo que nunca antes lo había sentido. Quisiera rehabilitarme, pero es duro. Yo trabajo para el vicio y para algo de comer. Es todo. Quisiera que el gobierno haga algo, y que no me encierre". El joven confiesa que en estos cinco años ha ingresado al Centro de Rehabilitación El Rodeo, un par de veces porque policías y militares lo habían encontrado consumiendo y vendiendo. 

El Joven Daniel Noboa, se dirigió con los ojos acuosos, la mirada melancólica y triste hacia la playa. Se sentó en la arena y confesó que cada vez en Ecuador el problema de la falta de oportunidades laborales, inseguridad, y la drogadicción aumenta.

"Quisiera largarme de este país mi so, pero ni camello tengo y mis familiares me odian", finalizó.


 

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